miércoles, 25 de julio de 2007

Guatemala y Guatepeor

Hoy tuve una pesadilla, no de las chungas-chungas, pero sí de las intensas. Cuando me he levantado la sensación era mala, pero normal. Ya no siento el Sopor, a no ser que me levante de una siesta en la que no he podido evitar caer.

Llevo una semana sin sufrir los efectos secundarios más fuertes. He superado el mareo, el sopor, la incapacidad para abrir los ojos antes del medio día, el sueño absolutamente extraño, aunque eso no lo ha convertido en normal, obviamente.

Pero hoy va a ser un día durante el cual querría morir.

Están volviendo a mi vida intensas figuras del pasado. Se están cerrando heridas a cambio de abrirse nuevas y más profundas que además ya no podrán curarse nunca por su condición. Incluso ya han dejado una marcada cicatriz alrededor suyo.

Confieso, desde el cierto anonimato que me da este espacio, que ayer miré las cajas de miles de tipos de barbitúricos, ansiolíticos y antidepresivos que me han quedado para el recuerdo con otros ojos. Lo hice con una forma de mirar y de pensar que me sobrecogió en soledad. Creo que no aceptarlo y negar que la frase: "Seguro que son más que suficientes como para morirte cinco veces", martilleó varias veces mi mente sería hasta peor opción. Por mucha vergüenza que me de. Por mucho que evidencie que no tengo ni la mitad de fuerza mental de la que presumo.

Seguiré confiando en esta terapia. Intentaré que este lugar valga para reencontrarme conmigo misma. A SOLAS. Y esperaré que de ese modo nunca llegue a perder por completo la cordura.